El café y la literatura de América
El pasado jueves 11 de mayo, Sabrina Cuculiansky fue invitada a realizar una charla en la Feria del Libro sobre la relación del café y la literatura, a partir de la llegada del café al continente americano.
La actividad, que incluyó una cata de cafés, se llevó a cabo, a sala llena, en el auditorio del stand del Diario La Nación. La especialista analizó el recorrido a partir de la historia del café y su llegada a América;
El café nació en Etiopía en el V AC, pero recién en el 1400 los árabes desarrollan la cafeicultura. Por su valor comercial, cualidades aromáticas y medicinales, escondieron su secreto al resto del mundo monopolizando su cultivo. Hacia mediados de 1600, llama la atención de los mercaderes holandeses y finalmente el grano tostado entra en el siglo XVIII por el puerto de Ámsterdam junto con otras mercaderías como la pimienta y el cardamomo, productos que traía la Compañía Oriental de Indias.
Sin embargo, el café recién logró “hacer la América” en 1723, un siglo más tarde, cuando lo trajo dentro de una caja de cristal un general francés hacia las colonias de Martinica. Allí se desarrolló la planta y con el tiempo se dispersó por Centro América, fueron los jesuitas quienes lo introducen en Colombia.
Cómo homenaje al siglo de Cien Años de Soledad de García Márquez, los asistentes degustaron un balanceado café colombiano mientras se recordaron pasajes del libro en donde el escritor, fanático de la bebida, hace referencia al café.
El café y García Márquez
En numerosas ocasiones entre las páginas de Cien años de soledad (1967), García Márquez hace alusión al café… sin azúcar. Así lo tomaban los miembros de la familia Buendía en todo momento. Incluso al coronel Aureliano Buendía (2da generación) lo intentaron matar con un café que venía cargado de estricnina
“A cualquier hora que entrara en el cuarto, Santa Sofía de la Piedad lo encontraba absorto en la lectura. Le llevaba al amanecer un tazón de café sin azúcar, y al mediodía un plato de arroz con tajadas de plátano fritas, que era lo único que se comía en la casa después de la muerte de Aureliano Segundo.”
“El letrero que colgó en la cerviz de la vaca era una muestra ejemplar de la forma en que los habitantes de Macondo estaban dispuestos a luchar contra el olvido: Ésta es la vaca, hay que ordeñarla todas las mañanas para que produzca leche ya la leche hay que herviría para mezclarla con el café y hacer café con leche.”
“Se quemó los dedos tratando de prender un fogón por primera vez en la vida, y tuvo que pedirle a Aureliano el favor de enseñarle a preparar el café. Con el tiempo, fue él quien hizo los oficios de cocina.”
“El coronel Aureliano Buendía promovió treinta y dos levantamientos armados y los perdió todos. Tuvo diecisiete hijos varones de diecisiete mujeres distintas, que fueron exterminados uno tras otro en una sola noche, antes de que el mayor cumpliera treinta y cinco años. Escapó a catorce atentados, a setenta y tres emboscadas y a un pelotón de fusilamiento. Sobrevivió a una carga de estricnina en el café que habría bastado para matar un caballo”
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