Cómo guardarlo en casa
Dentro de tanta incertidumbre en medio de la cuarenta una cosa sí sabemos con seguridad, es que al café lo queremos bien rico, fresco y si es posible, recién molido. Ese que nos seduzca con sus cientos de aromas y su dulces sabores en boca y que no nos deje un final tan amargo que no queramos beber más.
Como en todo, hay un ideal de consumo de este alimento para que mantenga su sabor y que generalmente es muy difícil de cumplir – salvo que tengas un tostador a mano -. Los fundamentalistas declaran que debe tomarse entre los 3 y los 10 días luego del tueste. Eso es porque el sabor y los aromas se deterioran muy rápido debido al calor, la humedad y el aire, todos factores que oxidan el grano y le impregnan aromas extraños.
Por eso hay que comprar el café en un lugar que tenga rotación, que no venda un café molido que está hace seis meses en la góndola. El paquete debe estar hermético y una vez abierto debería consumirse en los siguientes días para conservar su sabor original.
Además, el café recién tostado necesita unos 4 días para desgacificarse y que en esa reacción química libere a los granos de sabores indeseados. Por eso asegúrense de preguntar ese dato al comprar el café al tostador amigo.
Pero cómo hacernos de ese cuarto kilo especial, si ahora tenemos la dificultad de tener que pedirlo a domicilio o mandar una moto con bastante anticipación. Y yo… el café lo quiero YA.
Si tenemos un molino, la mejor opción, con la que – además – nos vamos a ahorrar el costo de varios deliveries, es comprarlo en grano y en una cantidad mayor a la habitual, por ejemplo, un kilo en grano.
La pregunta siguiente entonces será, pero si tengo un kilo tostado y consumo de a poco, cómo mantengo su frescura hasta terminarlo.
La respuesta es sencilla, guardándolo, eso si conociendo los tips que harán que podamos conservarlo de una forma ideal para cuando el molino empiece a girar.
Lo más imprtante a la hora de almacenarlo es que no le entre aire para evitar así la oxidación por el oxígeno. Más frescura significa más sabor.
Si te lo venden en un paquete grande, necesitarás guardar el resto y la mejor manera es sacándole el aire, evitando que se ponga rancio y oxide, para eso las bolsas con cierre hermético tipo ziplok pueden cumplir la función. Hay que tratar de apretarlas bien antes de cerrar para eliminar le aire al máximo.
Igual que pasa a la hora de guardar una buena botella de vino, el café necesita estar en un lugar fresco, oscuro y seco. Lejos del calor y de la humedad de la cocina, así como también debe estar alejado de otros alimentos que puedan contaminarlo con sus fuertes olores. Es archiconocido que el café es genial para absorber aromas, ¿acaso nunca usaron la borra para quitar el olor de la heladera?
Es por eso que guardar el café fresco en la heladera no sirve porque contribuye a arruinarlo. Absorbe otros aromas y se oxida por el ambiente húmedo
La opción del freezer tiene sus detractores pero no hay investigación científica sobre el tema y tampoco se sabe ciertamente cómo afecta el congelado al grano. Los más certero fueron las numerosas catas realizadas en distintas partes del mundo y lo que Michael Sivetz explica en su libro Tecnología del café: “El freezado es una forma efectiva de mantener la frescura para que los granos se mantengan durante muchas semanas”. Si no podés tomarlo recién tostado, hay que congelarlo en un paquete hermético. Frizarlo en grano dentro de bolsas selladas. Tratando de eliminar todo el aire para que quede lo más parecido a una bolsa de vacío. Y utilizar cada vez que se necesite molerlo para obtener nuestra preciada taza de café