Un estudio realizado por científicos de la Universidad de Granada y la Pontificia Universidad Católica de Argentina descubrió que nuestro estado anímico modifica el sabor de los alimentos que comemos. Esto genera que la comida se vuelva más ácida, amargo o dulce según cómo nos sintamos ese día.
Este relevamiento comprobó que el estrés reduce la aversión al sabor amargo del café mientras que el chocolate produce un mayor rechazo cuando se lo come pensando en que podés «subir de peso».
«Estos hallazgos revelan por primera vez no sólo la implicación de los componentes afectivos-gustativos repercuten en la superación del rechazo innato al sabor amargo, sino también cómo nuestros estados psicológicos repercuten en el sabor de la comida que ingerimos», contó David García-Burgos, uno de los investigadores.
Por: Eugenia Mastropablo (@eugemastropablo)