Cada pueblo toma el café como más le gusta y siempre hay una especie de patrón que se repite a la hora de pedir el cafecito.
Los italianos son conocidos por su fanatismo por el ristretto, un espresso muy corto que se obtiene al pasar menos agua por la misma cantidad de café molido que se usaría para un espresso, típico de los franceses. A los estadounidenses les gusta el café filtrado y lo beben en vasos bastante más largos que los que conocemos, para ellos son sus “mug”; en Taiwan toman cada vez más café y la apuesta la hacen por los latte art, dibujos realizados con la leche en todas sus bebidas.
En Colombia lo llaman tinto y en Brasil se usa mucho el filtro de tela en las casas y en los bares se empieza a pedir cada vez más.
La moka o italiana, se usa bastante en Centro América en donde prefieren una bebida muy intensa y corta a la que luego agregan bastante azúcar.
Los nórdicos, son los que más cafés por día toman y lo hacen con métodos de filtro y en tazas. La región cuenta con los mejores baristas, ganadores de concursos internacionales, así como tambièn tiene impresionantes cocineros.
En Vietnam lo toman fuerte y preparado en una especie de tetera de metal. En España sale el espresso y a nosotros nos legaron de esa manera gracias a los inmigrantes que descubrieron el Río de la Plata.
Para nosotros es el cafecito, sin embargo, cuando entramos a una cafetería o un bar a pedirlo, más del cincuenta por ciento de los argentinos lo pide cortado. Como más leche, apenas cortado,lágrima, traéme la leche aparte, cortámelo con leche fría, doble cortado… y siguen las opciones.
Será porque tenemos muchas vacas y somos lecheros…o porque somos tan dulces como el recuerdo de la leche materna en la punta de la lengua. Sea como fuere, nos gusta con leche. Y si de merienda se trata, en casa nadie duda en tomarse un calentito café con leche.
Pero lo que me llamó poderosamente la atención en estos últimos tiempos en que se amplió la oferta y creció la cultura cafetera es que algunos restaurantes se aprovechen de nuestra amor lácteo.
Insisto en que no fueron bares no cafeterías, sino que ciertos reductos del comer aumentaron en su carta el precio del espresso por ser cortado. No hablo de café con leche , ni de capuccino, y menos del clásico con crema que todos tenemos ya internalizado su mayor valor. Atenti!
Ninguna de las cafeterías de especialidad ni los tradicionales cafés osarían con subir cinco pesos por el consumo de la bebida que eligen la mitad de los argentinos y que forma parte de nuestro ritual del café.
Nota publicada por Sabrina Cuculiansky en el diario La Nación.